La muerte es la graduación de la vida
Me parece importante hacer en estos días una reflexión sobre la muerte. Cuando finalizamos nuestros estudios celebramos el haber completado un ciclo, e invitamos a nuestros familiares y amigos para compartir los logros obtenidos, nos reímos mientras recordamos los buenos momentos y contamos con satisfacción nuestras experiencias más difíciles.
Sin embargo, cuando se acerca el momento en que nos toca partir, el temor de perder la vida hace que el Ego se aferre al cuerpo tan desesperadamente que aparenta que el morir es un reto contra el que vale la pena luchar, incluso si esto significa la total dependencia de una máquina durante semanas o meses, son pocas las personas que se sienten alegres, satisfechos y agradecidos con la vida, la mayoría de las personas viven esos momentos como una de las cosas más terribles que les podría ocurrir, siendo que la muerte es la graduación de la vida.
La Tanatología es una disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al proceso de la muerte y tiene como objetivo fomentar y desarrollar de una manera integral, las potencialidades del ser humano, para enfrentar con éxito la difícil tarea de contrarrestar los efectos destructivos de la muerte y las ideas erróneas que hay en torno ella, mediante una existencia cargada de sentido, optimismo y creatividad, ayudando a tener una visión más tranquilizadora de nuestra propia muerte.
El término fue acuñado en 1901 por el médico ruso Elías Metchnikoff, en ese momento era considerada como una rama de la medicina forense que trataba la muerte y todo lo relativo a los cadáveres desde el punto de vista médico-legal.
En 1967, la Dra. Cicely Saunders, enfermera en Inglaterra, transformo los cuidados a los moribundos y demostró que era posible morir en paz y sin grandes dolores, dando origen a los “hospices” los cuales representan algo más que un lugar físico en donde una persona va a morir con dignidad; es también una actitud de apoyo frente al paciente y su familia. Debido en parte a su influencia, los cuidados paliativos han llegado a ser reconocidos como una especialidad médica.
Junto a la aportación de la Dra. Saunders, la tanatología cambio a un enfoque más humanista en 1969 cuando la Doctora Elizabeth Kübler-Ross publicó su libro “Sobre la muerte y los moribundos” y se convirtió en una disciplina que se encarga del estudio integral e interdisciplinario del moribundo y de la muerte, especialmente de las medidas para disminuir el sufrimiento físico y psicológico de los enfermos terminales, así como la aprensión y sentimientos de culpa y pérdida de los familiares.
A pesar de que la tanatología ha dado una visión más natural sobre la muerte, en nuestra cultura occidental sigue la idea fuertemente arraigada y tradicionalmente aceptada de que la depresión o la desesperación intensas son inevitables ante la muerte de seres queridos por lo que cualquier persona que sufra una pérdida irreparable se deprimirá, o el hecho de que ante una pérdida el sufrimiento es necesario y su ausencia indica negación, evitación y patología. Sin embargo, existen evidencias que demuestran que estas suposiciones no tienen por qué ser ciertas.
Aunque ninguna persona quiere pensar en el fin de su vida, la doctora Ross, observó que cada paciente reacciona de modo diferente ante diagnósticos terminales, según su personalidad y el estilo de vida que hayan tenido hasta entonces.
Elizabeth Kübler-Ross ayudó a muchos familiares a elaborar su pérdida, a saber cómo enfrentarse a la muerte de un ser querido y les explicó cómo apoyar al moribundo, lo que debía hacerse en esos difíciles momentos y lo que debía evitarse. Estas son las cuatro funciones que pedía a los que acompañan a un enfermo: escucha verdadera y sin juicios, aceptación, permanecer a su lado y hablar de manera abierta y sincera.
La consciencia de la persona que muere sobrevive al plano físico
En 1970 la doctora Kübler-Ross empezó a explorar la posibilidad de la existencia de vida después de la muerte. Se dedicó a entrevistar, ayudada con un equipo de colegas a miles de personas de todas las edades, de diferentes culturas y religiones, que habían tenido muerte clínica, al finalizar su investigación ya no tenía dudas acerca de la supervivencia del alma.
Todas las personas entrevistadas coincidían en los mismos elementos, tenían un denominador común en el momento de la muerte clínica:
- Salían flotando de sus cuerpos “como la mariposa sale del capullo” y veían todo lo que sucedía a su alrededor.
- Experimentaban un bienestar total, incluso los ciegos podían ver en ese nuevo estado.
- Eran capaces de ir a cualquier parte a la velocidad del pensamiento.
- Se encontraban con sus guías, ángeles de la guarda y con familiares y amigos muertos anteriormente.
- Acompañados por estos seres se acercaban a un TUNEL en cuyo final había una luz brillante y una fuerza arrolladora de paz y tranquilidad.
- En contacto con esa fuente suprema experimentaban la unidad, la totalidad o integración de la existencia.
- Todos decían que esa experiencia había influido profundamente en sus vidas y habían comprendido que solo hay una explicación al sentido de la vida: el Amor.
- En esos momentos la persona hace una REVISIÓN de su vida y ve cómo todos los actos, palabras y pensamientos de su existencia tienen repercusiones en todos los demás seres vivos del planeta, a modo de reacción en cadena.
De todo este estudio surgió en 1974 el libro “La muerte, un amanecer” que supuso la segunda revolución en el mundo de la tanatología, después del pionero libro de Raymond Moody “Vida después de la vida”, ambos dejaban claro: que la consciencia de la persona que muere sobrevive al plano físico, y la importancia de perder el miedo a ese momento para vivirlo como una celebración a la vida.
Referencias bibliográficas
Kübler-Ross, Elisabeth. Sobre la muerte y los moribundos. (1972). México. Ediciones Debolsillo. Kübler-Ross, Elisabeth. La muerte un amanecer. (1974). Ediciones Luciérnaga.