Llegó el verano, y con él las vacaciones, así que aprovecha esta época para relajarte y aminorar tus  expectativas.

Vivimos muy acelerados, las tensiones diarias se han vuelto parte de la vida, sobre todo en las grandes ciudades.  Y es que, aparte de vivir corriendo, queremos hacerlo todo perfecto, y eso no puede ser, es imposible salvo que nos desgastemos y dejemos la vida en ello, y piénsalo ¿realmente merece la pena?

La gente se frustra o se pone tensa casi por cualquier cosa. Nuestra tolerancia a la frustración es muchas veces mínima y nuestra rigidez nos hace vivir en tensión si nuestros planes no salen como lo habíamos imaginado. Parece como si quisiéramos tenerlo todo controlado y como si nos costara aceptar que la vida es diferente a las expectativas que tenemos de ella. Por ello, cuando algo no sale como lo esperábamos, aunque sean cosas de poca importancia, nos produce malestar, nos enfadamos, nos enojamos y generalmente, nos sentimos frustrados y  ansiosos.

Nos pasamos la vida queriendo que todo funcione como hemos previsto; desde las circunstancias diarias, hasta las personas que nos rodean, y sufrimos y nos llenamos de malestar cuando no es así. A veces hacemos berrinches cual niños chiquitos cuando las cosas no resultan como las esperábamos. Y es que no hay nada más devastador que esperar algo y que la realidad no cuadre con lo que teníamos pensado, ¿O no?

Reflexiona sobre lo que estas sintiendo ¿Acaso no son tus expectativas la verdadera causa de tu malestar y sufrimiento?

Somos expertos en construir castillos en el aire, es casi inevitable tener expectativas en todos los ámbitos, a nivel personal, sentimental, educacional, laboral y social, digamos que es un proceso automático de nuestra mente y no es del todo malo ya que las expectativas al igual que las creencias, tienen un poder mayor del que imaginamos, al condicionar nuestra actitud e influir en la calidad de nuestras acciones y éstas a su vez en el resultado.

Si a priori creamos una visión distorsionada y negativa del futuro, tendremos poca energía en el presente. Es ahí cuando la preocupación y las dudas se convierten en nuestro indeseado compañero de viaje. Sin embargo, cuando hay fe y una mayor confianza en el futuro, hay fuerza en el presente.

En ese caso la pregunta sería ¿cómo puedo dirigir a mi mente para cumplir mis expectativas?

Los siguientes tips te pueden ayudar:

  • Lo primero para evitar el dolor de las altas expectativas es fijarte metas El secreto es buscar el equilibrio entre tus ambiciones más altas y tus posibilidades. No estoy diciendo que no puedas llegar tan alto como deseas. Pero no puedes esperar a tener el éxito inmediato y con poco esfuerzo.
  • Elimina de tu vocabulario los “deberías” y los “tengo que”, denotan una exigencia excesiva. Revisa tu lista de normas rígidas sobre cómo deberías actuar tú y los demás. Cambia los deberes y obligaciones por gustos o deseos. No es lo mismo enviarnos el mensaje “Necesito comprarme un coche nuevo” que “Me gustaría comprarme un coche nuevo”. El exceso de responsabilidad y exigencias aumenta la ansiedad y deteriora el desempeño.
  • Haz espacio emocional. Cuando compramos ropa nueva, necesitamos sacar o regalar, en fin, hacer limpieza en nuestro armario  para dejar espacio para las nuevas prendas. Esto lo hacemos regularmente no solo con la ropa, sino con otros objetos que hemos ido guardando a lo largo de nuestras vida y que nos damos cuenta que ya no nos sirven o que llevamos años sin usar.  Sin embargo, nos cuesta trabajo desprendernos sobre todo de las cosas que tienen un valor afectivo. Esto mismo sucede, literalmente con nuestras emociones, pero la diferencia es que no nos enseñaron a hacer limpiezas regulares para desprendernos de culpas, resentimientos, miedos, vergüenzas, disgustos, tristezas y un sin fin de emociones desagradables que también hemos ido cargando y coleccionando desde nuestra más temprana infancia y que no dejan espacio para concretizar nuevos cambios. Revisa con que emociones podrías empezar a trabajar.
  • Recurre a la objetividad. Cuando te encuentres en una situación en la que estás ahogado por tus expectativas sobre ti mismo o los demás, párate un momento y pregúntate: ¿Qué reportaría una persona que estuviera filmando este momento? Sólo lo que una persona externa a nosotros puede percibir es objetivo. El resto, es subjetivo y depende de nuestra mente y nuestras creencias limitantes. Así que, procura mantenerte presente como observador de tus pensamientos y emociones, así como de tus reacciones a las diversas situaciones. No juzgues ni analices lo que observas. Concentra tu atención en el Ahora y pregúntate ¿qué problema tienes en este momento? Si no recibes ninguna respuesta es porque es imposible tener un problema cuando tu atención está completamente en el ahora.
  • Por último y no por eso menos importante: “Relájate”. Respira profundo, libera la tensión innecesaria de tu cuerpo, revitaliza tu cerebro y tus músculos con oxígeno y nutrientes para pensar con más claridad, tomar mejores decisiones, actuar con mayor habilidad y dirigir tu mente a lo que sí has logrado.

Recuerda que para cumplir nuestras expectativas es necesario hacer cambios en nuestra manera de pensar, y esto será  un gran paso hacia el logro de nuestras metas.

Como decía Albert Einstein:

 “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre las mismas cosas”

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Se Dueño de Tu Mente